Reporte de situación sobre el amor y la ternura
- Patricio Perez Mainero
- 25 feb 2018
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 15 may 2018

Él iba caminando por el campo, cabizbajo. Esporádicamente miraba al cielo para ver si las estrellas seguían ahí; si seguían brillando para él, o a pesar de él. Luego cerraba sus parpados, los abría y reposaba su vista en la inmensidad natural iluminada solamente por el claro de luna. Luego, vuelta a empezar. Caminata. Cielo. Campo. Caminata. Cielo. Campo. Caminata. Cielo. Fue ahí cuando notó algo extraño en su entorno.
Ella estaba tirada sobre unos yuyos al lado de un arroyo, con la mirada clavada en el zenit. La examinó. Era joven, de tes blanca como suponía él que debía ser la nieve y de un pelo ondulado y castaño claro. Siempre tenía ganas de encontrarse viajeros en su camino, para ver si alguno deseaba acompañarlo. Sin embargo, no solía haber muchos, y nunca encontró ninguno que estuviera dispuesto a viajar a su lado. Juntó valor, y se acercó a su lecho vegetal. Ella no se percató hasta que estuvo a dos metros, y apenas lo hizo se incorporó lo suficiente para poder mirarlo.
- ¿Qué estas haciendo? - interpeló él.
- Estoy a la espera de que una estrella fugaz baje hasta mi vera. - contestó.
- ¿Y para qué la esperás?
- Para viajar con ella.
- Eso suena a un deseo que posiblemente no se realice.
Ella lo miró con cara seria y preocupada.
- ¿Por qué pensas eso?
- Nunca en mi viaje me encontré con una persona caminando con una estrella, y si bien no viaje aún demasiado, sí he conocido a mucha gente.
- Puede ser, pero hay muchas historias de estrellas que han acompañado a viajeros hasta al final de sus viajes
- No creo que sean verdaderas, pero en cualquier caso es gracioso que nunca pensamos que los viajeros fueron los que acompañaron a las estrellas.
La cara de ella denotaba que iba perdiendo interés en ese debate, y respondió eso solamente con un movimiento de hombros, y volvió a acomodarse como originalmente estaba. Él se puso nervioso, porque sentía que estaba alejando a aquella única ánima en largo tiempo que podía llegar a acompañarlo. Decidió ser un poco más medido.
- ¿Y qué vas a hacer si esa estrella no viene?
- Va a venir.
- ¿Y por qué exactamente acá?
- Nunca dije que así lo haría, pero me va a buscar y va a bajar. - sentenció sin vacilación, moviendo la cabeza para poder verlo de nuevo a él.
- Supongo que entonces te gusta este lugar para esperarla, y tiene mucho sentido. El suave ruido del arroyo combinado con el viento entre las plantas, el reparo del frío y la hermosa vista al cielo.
Tardó un tiempo, pero se dio cuenta que la cabeza de ella estaba nuevamente mirando para arriba, solo que esta vez, podía notar una lagrima recorriendo su mejilla.
- En realidad lo detesto. - dijo, después de un rato - Los yuyos donde reposo estan cargados de espinas y durante el día el sol me sofoca sin tregua alguna.
Él quedo impactado. La respuesta lo descolocó mucho. Se quedó unos segundos en silencio, con la boca semi-abierta a punto de decir algo. Los nervios lo dominaban.
- Si realmente no estas cómoda, ¿por qué no me acompañas en este viaje hasta que tu estrellas baje?
- Suena tentador, pero no estoy dispuesta a viajar si no es con una estrella. Nada personal.
Brutal forma de volver a ser rechazado. Como de costumbre, él se quedo largo rato observando a quien antes pensaba como una potencial compañera de viaje. Luego de una media hora, volvió en si.
- Me das un poco de pena realmente. Ojala no te canses demasiado esperando y te decidas a caminar, aunque sea sola, a un lugar mejor.
Se dio media vuelta y se fue a seguir su rutina. Caminata. Cielo. Campo. Caminata. Cielo. Campo. Y mientras lo hacía ella seguía a la espera de su estrella fugaz. Y tan concentrada estaba que no notó en ningún momento la tenue luz que él emitía a su marcha, que cada tanto solía desaparecer.
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